Non puiden resistirme á tentación de dirixirme a esa señora, posto que a min, esas mostras de tolerancia me superan: son incapaz de entender comentarios e comportamentos semellantes. Sei que todo iso caerá con moita seguridade en saco roto, así que non me resisitín a publicalo no medio que teño máis a man: este bloguiño que tan abandonado teño. Pasen e vexan...
Rosa:
Perdóname la familiaridad, pero de tantas veces que te he visto en la tele, y vistas las confianzas que te tomas, me permito el lujo de hablarte de tú. Me gustaría pedirte perdón por comentar algo que no tiene nada que ver con la entrada, pero es que no espero que vayas a escribir una sobre lo que quería comentarte.
Sé (porque me lo has demostrado últimamente en tu carrera política) que te importa bien poco lo que yo -o cualquiera- pueda decirte. Pero sirva este comentario para dejar constancia (para esta y otras veces) de que no importa si tú querías o no ofender a nadie con tal o cual comentario. A veces, ofendes sin quererlo, y lo natural y decente cuando esto sucede es disculparse, aún cuando tu daño no era intencionado.
Me parece casi de ciencia ficción tener que explicarle algo así a una política de tu trayectoria, pero (y lo digo con gran dolor de mi corazón -podrás creértelo o no-) parece que a pesar de esa trayectoria tan dilatada los buenos modales no han calado en ti.
Ya de entrada me disculpo si esto te ofende, y te prometo que no es lo que pretendo: me limito a constatar un hecho que he observado; y, como yo, miles de gallegos a cuyos oídos han llegado tus declaraciones en el programa de Iñaki Gabilondo.
Te voy a ser sincero: nunca he compartido tu ideario político. Ni de lejos. Pero no por ello me gusta perder las formas ni la oportunidad de razonar con alguien que no piensa igual que yo. Y por ello me gustaría darte un consejo: no dejes que tus prejuicios nublen tu entendimiento. Porque, asúmelo, tú tienes un enorme prejuicio contra los gallegos. De lo contrario, no habrías empleado esa palabra como la empleaste, en ese contexto y con ese fin. Piénsalo, ¿como te sentaría si yo, que no te conozco de nada, te llamase “vasca, en el sentido más peyorativo de la palabra”?. No sé a ti “vasco” (porque algunas de tus concepciones de la vida y de la política me resultan difíciles de entender) pero para mí, “gallego” es una palabra que define gran parte de lo que soy. A lo mejor crees que eso me hace ser menos español. Algunos lo creen, y eso parece molestarte, al igual que hay catalanes o vascos que no se sienten españoles. En cualquier caso, eso no te da derecho a despreciar un adjetivo que mucha gente ama; estoy seguro que tu amor por el País Vasco es incuestionable. Haz un ejercicio de empatía y ponte en nuestro lugar.
Negándote a disculparte, además, te has puesto en evidencia. Has demostrado no sólo que desprecias el término gallego (puesto que lo has usado para calificar a tu adversario político, al que no echas piropos precisamente), sino que lo haces consecuentemente. Y, de paso, has demostrado que te da exactamente igual la opinión de la gente, algo que, como política, te deja en muy mal lugar. Si ahora mismo, cuando la representación política de tu partido es tan escasa (en comparación con las fuerzas políticas mayoritarias, claro está; no pretendo ningunear la presencia de tu partido en el escenario político), tu soberbia se hace tan patente, no quiero pensar qué cara nos enseñarías si tuvieses más poder en el Parlamento y las instituciones.
Supongo que, dada la imagen que has proyectado, mi opinión te importará una mierda. A mí me da igual lo que te parezca o no, pero no podía perder la oportunidad de dirigirme a ti personalmente, no ya para criticarte o recriminarte nada. Eres mayorcita y se supone que sabes cómo debes actuar en público y qué imagen quieres transmitir a la ciudadanía, y eres muy libre de hacerlo a tu manera. Pero quería que te dieras cuenta, por si no lo has hecho ya, de que has hecho patente tu desprecio a todo un colectivo por el simple hecho de ser quienes son. No me refiero únicamente a tu (admítelo) desafortunado comentario, sino a las continuas declaraciones y a tu ideario político, que promulga y persigue prácticamente la destrucción de nuestra identidad como pueblo. Lo sé, no me darás la razón jamás, pero tengo la vana esperanza (tengo mucha fe en el ser humano, qué le vamos a hacer) de que algún día te darás cuenta. No te pido que lo entiendas, pero entiende esto: aunque tú tuvieses razón y lo que estás haciendo no es una ofensa para un gallego, hay varios cientos de miles de gallegos que si lo creen. Echa tus cuentas, y piensa en qué tejado está la pelota.
Sin más, te agradezco mucho que te hayas tomado la molestia de leer mi carta, si es que lo has hecho. Ojalá que esta experiencia te sirva para ver que no hay nada “peyorativo” en la palabra gallego. Si lo consigue (no sólo mi carta, sino las miles de reacciones de los gallegos a los que has ofendido), yo me doy por satisfecho: no serás tan mala persona como creía (porque tú me lo has hecho ver así) que eras.
Un saludo